EL INFORMADOR Guadalajara, Jalisco, México - Martes31 de Enero de 2006
Desde Noruega, Alicia sigue su búsqueda
Las mañanitas de Ana Luisa Rébora
Ana Luisa Rébora,
artista plástica tapatía y ganadora del Premio Guadalajara 2004, está en la
ciudad. Ella reside en Noruega desde el 2000, y ahí -entre pinos, montañas y
nieve- sigue lo suyo, lo verdaderamente suyo: el trabajo ininterrumpido en su pintura. Y el tiempo, además de consolidarla, la mantiene en esa
búsqueda de lo que Alicia quiere con el mundo .
Hoy es el cumpleaños de Ana Luisa Rébora. Esta artista plástica que, resuelta en su oficio,
se fuera a Noruega en abril de 2000, vuelve a su natal Guadalajara para
festejarse. Y no es solamente su onomástico lo que celebra, son también 17
exposiciones en países entre los que están Dinamarca, Suecia, España y
Alemania; un enorme cariño a la tierra que la vio nacer y una carrera que con
el tiempo y la entrega, se consolida.
La mujer de espaldas sigue presente, contundentemente presente en los óleos
de Ana Luisa. “¿Qué demonios quiere Alicia con el mundo?” sigue
siendo una de las interrogantes que la llevan día con día entre los paisajes
nórdicos de Oslo, a no soltar los pinceles y los tubos de pintura. Lejos de
eso, a asirlos con mayor fuerza, con mayor dedicación. “Sí, la paleta
se ha hecho más fría -reconoce-, pero más calmada y con transparencia desde
la primera intención”.
Cuenta que da largos recorridos por el bosque, recoge cerezas y frambuesas al
tiempo que contempla alces y venados, vuelve a casa y hornea una hogaza de
pan, pero “insisto en el trabajo”. Eso es lo que hace a un
artista plástico, el pincelar a diario.
Cuenta también que Noruega es plateada y que se ha dado cuenta de que México
es dorado. Acá la pachanga, el cine, la basura en las calles y toda esta
algarabía latina. Allá la paz y la tranquilidad, la cero corrupción y la nula
inseguridad.
A raíz de su llegada a Oslo a principios de 2000, Ana Luisa hizo los trámites
pertinentes para pertenecer a la Asociación de Artistas Visuales de Noruega (Billedkunstner). Lo logró, era como todo trámite,
cuestión de papeleo y calidad. Y así se dio cuenta del respeto europeo por el
trabajo mismo, la inexistencia del amiguismo latinoamericano.
“
Aquí el trabajo es para ganar algo -señala refiriéndose al hambre de
premios y distinciones que manifiestan los artistas locales-, y no hay una
búsqueda del alma, de la paleta, del color”.
Ella misma sigue representando, una y otra vez, esa mujer de espaldas que se
ha convertido en una constante de su firma. “¿Qué demonios quiere
Alicia con el mundo?”, cuestiona desde su inamovible estudio en
Guadalajara que visita tan sólo por unos días.
Hace dos años, en su visita al país, ganó el Premio Guadalajara 2004 en
grabado. Eso se logra únicamente con la misión perpetua de mejorarse.
“He pintado a lo bruto, allá no hay más que trabajo”, dice
contenta, al tiempo que muestra cerros de fotografías de las piezas
producidas en este lapso de contemplación. Y sí, “yo quisiera la
maestría de Edward Munch -artista al que admira y quien también hace figuras femeninas de espaldas-,
pero ya hay un lenguaje”.
Es un hecho que la paleta y las pinceladas de Ana Luisa se han transformado.
Sus cuadros reflejan una serenidad provocada, quizás, porque ha encontrado la
fidelidad. “Mi pintura es lo que voy viviendo”, comenta con una
enorme sonrisa. Y aunque esta tapatía vive en medio del bosque, no se ha
perdido. Muy al revés, sigue siendo ella misma, tan acentuada como el
desparpajo de su mesa de trabajo con pinceles y tubos por doquier. Lo mismo
en la tierra que la vio nacer, que en su estudio de Oslo.
“Desde la neblina de Noruega, necesito a Guadalajara”, sostiene.
Pero a la Guadalajara de su sangre y de su entraña, la de sus quieros y respetos, porque esa otra Guadalajara, la que
ha proclamado su propio sistema artístico y social, le duele. “Y ¿qué
hace uno? Trabajar y trabajar, aprender a pintar y hacerlo con más
pasión”.
Así que hoy, en su cumpleaños y antes del regreso a su decidida y escogida
Noruega, Ana Luisa Rébora despertará y verá que ya
amaneció, que ya los pajarillos cantan y la luna ya se metió.
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