volver

 

Ana Luisa Rébora:

Gitana con dedos de

Pincel

La Gaceta, 5 febrero 2007

 

 

Las obras de esta

pintora jalisciense

han dado la vuelta al

mundo. Desde hace

ocho años radica en

Noruega. La reina de

aquel país, así como

la revista National

Geographic, han

elogiado sus lienzos

 

Ángeles, desiertos, mujeres atadas, forman parte del acervo

pictórico de la artista tapatía.  Foto: Abel  Hernández

 

 

Adriana Navarro

 

L a pintora jalisciense Ana Luisa

Rébora lleva la marca de los gitanos,

gira por el mundo como

si fuera su casa. Esta gitana

no tuvo más opción de pintar

cuando los dedos se le volvieron

pinceles. Ha matizado desde paisajes desérticos,

mujeres atadas, hasta ángeles. Rébora es

una delgada mujer de espíritu hippie, de sonrisa

sincera y que utiliza una banda para detener su

cabello. Desde hace ocho años vive en Noruega.

La reina de aquel país, así como la revista National

Geographic, han elogiado su obra y adquirido

lienzos de esta jalisciense.

La obra pictórica de Rébora ha dado la vuelta al

mundo. Este año, la artista viene a Guadalajara a

presentar la exposición Tiempo de oficios, en Factor

Arte Galería (Rubén Darío 523) y después ira a

España y Noruega para demostrar que la pintura

es pasión, compromiso y una plática del alma.

Tal como Rébora, muchos artistas mexicanos

han triunfado fuera de nuestro país por la

calidad de sus obras, pero también porque el

exterior les ofrece mayores oportunidades para

la creación, ya que en aquellos lugares cuentan

con políticas culturales sólidas, coincidieron

artistas e investigadores de la cultura.

Una vida de viajes y pinceles

“Nací el 31 de enero de 1962, en Guadalajara.

Que yo recuerde, comencé a pintar como cualquier

otro niño, en los talleres de pintura, mientras

que en la escuela nunca fui muy aplicada.

Más bien era vaga, pero siempre me gustaba

iluminar y colorear. Gané un premio infantil a

los ocho años y desde entonces nunca dejé la

pintura. Los dedos se me volvieron pinceles y

no había para dónde hacerme.

“También por muchos años bailé ballet y danza

contemporánea. Después desistí de danzar.

Recuerdo que no era una niña normal. Cuando

estaba en la secundaria, en el Colegio Americano,

todas mis amigas se iban a las discotecas y yo me

juntaba con pintores, como Benito Zamora, Margarita

de la Peña, Gabriel Mariscal y Cornelio García.

Fui musa de ellos, quienes me enseñaron a poner

marialuisas y que pintar es un compromiso.

Entré a la Escuela de Artes Plásticas, de la

Universidad de Guadalajara, y fui un fracaso,

porque veía el cielo de otro color, no azul, y no

tenía por qué pintarlo azul. Soy antirreglas. He

roto esquemas. Yo era hippienta.

 

“Tuve la gracia de que mi abuela y mi madre

siempre dijeron que querían ser turistas del

mundo, y yo seguí tal deseo. Con el poco dinero

que tenía, me iba a conocer el mundo, y desde

entonces cada viaje me ha dado una enseñanza

y ha enriquecido mi manera de pintar.

“Me gusta estudiar, pero me agrada ir por el

mundo y hacer las cosas a mi manera. De hecho,

me ofrecieron una beca en Italia y yo preferí andar

de gitana. Tuve la oportunidad de ir a Alemania,

de exponer, y después la vida me llevó a

Noruega, donde vivo desde hace ocho años”.

Vivir la pintura en dos países

“La pintura es pasión, compromiso, entrega del

alma, es una plática del alma con un lienzo. Pintura

es poder estar en silencio. Es materia, color,

olor y ver cómo mis manos acabadas se comen la

pintura, la que llega hasta mi alma. Uno requiere

soledad para trabajar, porque la pintura sigue

siendo un trabajo, como lo es el del albañil.

“Voy pintando lo que voy viviendo. En un

tiempo pinté flores, bodegones, de manera mínima.

Después, mujeres, hasta encontrarme

con el yo. Luego hice mujeres atadas en círculos,

con aros, y actualmente hago ángeles. Pero

nunca he cambiado a mis mujeres en paisajes

desérticos. Nunca he tenido el problema de

preguntarme qué voy a pintar, porque en mi

pintura no hay mentiras o modas.

“Desde que me fui a Noruega, hace unos

ocho años, he realizado más 15 exposiciones en

Dinamarca, Escandinavia, Alemania, España y

más lugares.

“Al principio fue muy difícil para mí. Ellos

piensan que un mexicano trae sombrero, viene

de charro, con melones y sandías. Cuando traté

de exponer por primera vez, no me dejaron. Dijeron

que debía ser miembro del Comité de Pintores

Noruegos y pasar una serie de exámenes,

para que me pudieran avalar. Me bajaron la moral,

me ubicaron en la realidad: como extranjero

eres don nadie y tienes la opción de regresar y

seguir moviéndote en el grupo que conoces. Vi a

Noruega como un país frío, azul, con misterio y

soledad, pero no me rendí e hice los exámenes,

envié mi currículo y después me avisaron que

ya era miembro del comité de pintores.

“La primera vez que expuse fue en mi casa y

vendí toda la obra. Después la reina de Noruega

me compró cuatro cuadros y tres National

Geographic.

Me di cuenta que Noruega tiene mucha cultura

y que ofrece apoyo y seriedad a los creadores.

No cualquier pintor puede llegar y decir

quiero exponer, porque tengo dinero, tal como

pasa en México.

“La reina colecciona arte, y eso es importante.

El público en general aprecia las manifestaciones

culturales. Además, tienen el poder

económico para comprarlas. El gobierno me ha

dado una galería para pintar en verano. Mientras,

la gente observa cómo pinto.

“Mi pintura no es mexicana. Es más universal

y siempre he estado comprometida con

mi trabajo. Lo que no me gusta ni entiendo de

México es la moda del arte objeto, esto de pegar

cosas. Tampoco me gusta que muchos pintores

entren y salgan de su profesión como si fueran

políticos, y se la pasen en cafés y en grillas. No

me agrada la basura, la corrupción ni el desempleo.

Las cosas materiales de México se han

salido de mi vida, como el maquillaje que utilizan

las mujeres, pero me siguen encantando

los tacos, las carnitas, la gente y la amistad que

brindan”.

 

 

CULTURA RECONOCIMIENTO

Nadie es profeta en su tierra:

artistas fuera de México

 

Ana Luisa Rébora es un ejemplo de

cómo un artista logra ser reconocido

en los ámbitos nacional e internacional,

tal como sucedió con María Izquierdo,

Juan Soriano, Luis Barragán, Ramón

Villalobos (Tijelino), Francisco Rodríguez (Caracalla),

Miguel Miramontes Carmona, Jorge

Martínez, Rafael Zamarripa, Roberto Rébora y

Jorge Navarro, por mencionar algunos.

Los artistas han logrado que su obra sea reconocida

más allá de las fronteras mexicanas,

por la calidad de sus creaciones y porque han

demostrado que el arte no corresponde a una

sola nación, si adopta un lenguaje universal.

Sin embargo, existen grandes diferencias en

la construcción del arte entre un país periférico

y uno central: para Europa, la cultura y el arte

son fundamentales para el impulso de la identidad

y para el desarrollo económico; para México

es la creación de políticas irreales que no

apoyan la creación, ni la apreciación cultural.

Efraín Franco, director del Instituto de investigaciones

estéticas, de la Universidad de

Guadalajara, dijo que las políticas culturales en

México, en los últimos 50 años, han sido paliativos

que toman a la cultura y las artes como

hechos prescindibles.

“La creación del Consejo Nacional para la

Cultura y las Artes, en 1989, es una ejemplo

claro de que para el gobierno mexicano la cultura,

representada por Conaculta, no tiene la

importancia ni la dimensión de una Secretaría

de Economía o Hacienda, porque es una dependencia

más de la Secretaría de Educación Pública”,

dijo el investigador.

Europa cuenta con el Ministerio de Educación

y Cultura. El parlamento de cada país se

encarga de vigilar puntualmente el desarrollo,

la promoción y la enseñanza del arte en todos

los niveles, es decir, intenta cumplir lo que la

Unesco plantea, es decir, destinar el ocho por

ciento del producto interno bruto (PIB) a la

educación y la cultura. En nuestro país los diputados

le tapan el ojo al macho y le dedican

solo un 0.07 por ciento del PIB.

Para estar a la par de Europa requerimos un

marco jurídico congruente, donde el Estado se

preocupe por la cultura como algo sustantivo y

que genere una Secretaría de Cultura a nivel

nacional, que tenga presupuesto independiente,

y no como ocurre con Conaculta, que es una

dependencia más de la Secretaría de Educación,

aclaró Efraín Franco.

“La falta de una política cultural pone en

desventaja a los artistas, porque no hay estímulos

para los creadores”, afirmó Franco.

Requerimos un sismo cultural a nivel nacional,

que promueva la educación artística en

todas las instituciones educativas.

“Los artistas, poetas, pintores, fotógrafos,

escultores mexicanos, se sienten desvalorados

respecto a otras profesiones, como la de abogado,

por lo cual es necesario una política cultural

coherente, que cambie la actitud hacia la cultura”,

afirmó el experto.

El diseñador mexicano Efraín Foglia, quien

ha logrado reconocimiento internacional, explicó

que la principal ventaja de trabajar en México

es el entorno: somos un país multicultural y

espontáneo, terreno fértil para crear cosas que

en otros lugares ya están hechas.

Nuestras desventajas son bastantes y todas

tienen su origen en la inestabilidad política y

económica, cuyas consecuencias se pueden

apreciar con claridad en el ámbito educativo y

laboral.